Para la realización de esta entrega, nos hemos basado en el libro "Las ciudades invisibles" de Italo Calvino. Este libro se presenta como una serie de relatos de viaje que Marco Polo hace a Kublai Kan, emperador de los tártaros.
Lo que se propuso fue la realización de una maqueta a escala 1:50 de un tipo de vivienda que pudiera construirse o situarse en una de las ciudades descritas en el libro, en este caso, Esmeraldina.
TEXTO: LAS CIUDADES Y LOS INTERCAMBIOS. 5.
En
Esmeraldina, ciudad acuática, una retícula de canales y una retícula de calles
se superponen y se entrecruzan. Para ir de un lugar a otro siempre puedes
elegir entre el recorrido terrestre y el recorrido en braca, y como en
Esmeraldina la línea más breve entre dos puntos no es una recta sino un zigzag
ramificado en tortuosas variantes, las calles que se abren a cada transeúnte no
son sólo dos sino muchas, y aumentan aún más para quien alterna trayectos en
barca con transbordos a tierra firme.
De este modo los habitantes de
Esmeraldina no conocen el tedio de recorrer cada día las mismas calles. Y eso
no es todo: la red de pasajes no se organiza en un solo plano, sino que sigue
un subir y bajar de escalerillas, galerías, puentes convexos, calles suspendidas.
Combinando sectores de los diversos trayectos elevados o de superficie, cada
habitante se permite cada día el placer de un nuevo itinerario para ir a los
mismos lugares. En Esmeraldina las vidas más rutinarias y tranquilas
transcurren sin repetirse.
A mayores constricciones están
expuestas, aquí como en otras partes, las vidas secretas y aventureras. Los
gatos de Esmeraldina, los ladrones, los amantes clandestinos se desplazan por
calles más altas y discontinuas, saltando de un tejado a otro, dejándose caer
desde una alta glorieta hasta un balcón, bordeando canalones con paso de
funámbulos. Más abajo, los ratones corren en la oscuridad de las cloacas unos
tras la cola del siguiente, junto a los conspiradores y a los contrabandistas;
atisban desde alcantarillas y sumideros, se escabullen por entrepisos y
callejas, arrasatran de un escondrijo a otro cortezas de queso, mercancías
prohibidas, barriles de pólvora, atraviesan la compacidad de la ciudad
perforada por la aureola de las galerías subterráneas.
Un mapa de Esmeraldina debería comprender, indicados con tintas de diferentes colores, todos estos trazados, sólidos y líquidos, patentes y ocultos. Más difícil es fijar en el papel los caminos de las golondrinas que cortan el aire sobre los tejados, caen con las alas quietas trazando parábolas invisibles, se desvían para tragar un mosquito, remontan en espiral rozando un pináculo, dominan desde cada punto de sus senderos de aire todos los puntos de la ciudad.